Escribe: Carlos Rodríguez.-
El S&P 500 coquetea con su récord anual, pero el entusiasmo es tibio. A pocos días de la decisión final de la Fed en 2025, los mercados se mueven con cautela: los datos laborales no dan señales claras, los bonos retroceden y el dólar flota sin dirección definida.
En ese contexto, las miradas ya apuntan hacia 2026 y, más allá de las bolsas, el mercado no puede ignorar las señales del petróleo. La sobreoferta proyectada, con América Latina al frente, amenaza con arrastrar al Brent a niveles incómodos, en medio de una demanda débil y abundancia de inventarios.
Brasil, Guyana y Argentina liderarán la expansión no-OPEP+ el próximo año, según JPMorgan (JPM), justo cuando la demanda global se estanca. Y más allá del crudo, también se acumulan riesgos sobre las monedas: el dólar, que cedió terreno en 2025, podría recuperar fuerza donde la fragilidad fiscal pese más que el atractivo del carry trade.
La bolsa puede acercarse a máximos, pero el petróleo y las monedas ya marcan los límites de lo que podría venir el próximo año. Si 2025 fue un año de alivio externo, 2026 se perfila como un test más exigente: menos liquidez, más política y fundamentos bajo la lupa.
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