Escribe: Kimberlee Josephson*.-
El poder de los principios y la perseverancia. A lo largo del proceso de entrenamiento, el señor Miyagi le enseña a Daniel en “Karate Kid” que desarrollar la fuerza y encontrar el equilibrio lleva tiempo. (Flickr)
La primera película de “Karate Kid” se estrenó en junio de 1984 y, en la actualidad, la historia sigue viva con el nuevo estreno de “Karate Kid: Legends”. Hace poco volví a ver “Karate Kid” y “Karate Kid II” con mis hijos, y estas películas me gustaron tanto como las recordaba. Cuando era niño, en los años 80, estas películas me inculcaron lecciones que aún hoy siguen resonando en mí. Así que, con motivo del estreno de Legends, pensé que sería divertido rendir homenaje a algunas escenas clásicas de las películas originales y destacar que las lecciones del señor Miyagi resisten el paso del tiempo.
Parte I
En la primera película de Karate Kid, Daniel LaRusso, alias Daniel-san, interpretado por Ralph Macchio, se convirtió en un héroe inesperado gracias al ingenio y la sabiduría del señor Miyagi, interpretado por el difunto Pat Morita. Daniel, un adolescente que se ha mudado recientemente a un barrio nuevo y aparentemente hostil, se da cuenta de que necesita fortalecerse tanto física como mentalmente. El señor Miyagi, tras convencerlo, accede a entrenar a Daniel en el arte del karate con el mensaje muy claro de que el karate es solo para defenderse.
A lo largo del proceso de entrenamiento, el señor Miyagi le enseña a Daniel que desarrollar la fuerza y encontrar el equilibrio lleva tiempo: “Primero aprende a estar de pie. Luego aprende a volar”. Daniel descubre que el desarrollo de las habilidades puede producirse de formas inesperadas. Una de mis escenas favoritas muestra a Daniel, harto después de completar un sinfín de tareas para el señor Miyagi, argumentando que Miyagi se está aprovechando de su trabajo en lugar de entrenarlo. Miyagi le responde con calma que “no todo es lo que parece” y le pide que le muestre los movimientos que ha estado realizando (lijar el suelo, pintar la valla y la casa, encerar el coche), y queda claro que ha desarrollado habilidades poderosas que ahora son algo natural y están directamente relacionadas con su entrenamiento.
Otros mensajes subyacentes interesantes aparecen cuando Daniel aprende a esconderse a plena vista (utilizando una cortina de ducha en una fiesta de disfraces) y cuando demuestra su compromiso (poniéndose una cinta para la cabeza de Miyagi-Do, también conocida como Hachimaki). El mensaje central de la película es que todo tiene un propósito y que siempre hay una lección que aprender.
La persistencia y la perseverancia (como el entrenamiento de Daniel para la competición de kárate), así como el simple hecho de arriesgarse (como cuando Daniel atrapa una mosca con palillos), pueden dar sus frutos a pesar de las dificultades. El señor Miyagi le enseña a Daniel que la adversidad puede conducir al progreso y, al afirmar: “Confía en la calidad de lo que sabes, no en la cantidad”, el señor Miyagi deja claro que, a pesar del poco tiempo que Daniel ha dedicado al entrenamiento, su comprensión del karate es más profunda y puede empoderarlo más que cualquier alumno del dojo rival Cobra Kai.
Parte II
En Karate Kid II, Daniel se encuentra de nuevo en un nuevo barrio, pero esta vez es en la ciudad natal del señor Miyagi, en Okinawa, Japón. Daniel descubre que Miyagi tiene una disputa de honor desde hace décadas con su rival Sato. Pero, al igual que en la primera película, no todo es lo que parece.
Por ejemplo, Sato es descrito como el hombre más poderoso de la isla, pero en realidad su fuerza es un engaño. Al llegar a Okinawa, Daniel ve en el aeropuerto un cartel de Sato en el que aparece utilizando el karate para partir un tronco por la mitad y le pregunta al señor Miyagi si él también puede hacerlo. Miyagi responde: “No lo sé. Nunca me ha atacado un árbol”. Más adelante en la película, cuando Miyagi va a la propiedad de Sato para hablar con él, vemos a Sato entrenando con un tronco que es evidente que no puede partir.
Más tarde, cuando un tifón azota la isla y Sato queda atrapado bajo una viga al derrumbarse su casa, es la fuerza de Miyagi la que destaca al partir la viga y liberar a Sato. La valentía que demuestran tanto Miyagi como Daniel durante la tormenta hace que Sato cambie de opinión, pero la historia no termina ahí. El sobrino de Sato, cuya visión del mundo ha sido corrompida por las enseñanzas de su tío, desafía a Daniel a una lucha a muerte. En la escena final, es el coraje y las convicciones de Daniel las que le ayudan a salir adelante, ya que se adhiere plenamente a las “dos reglas del karate Miyagi-Ryu”. Regla número uno: el karate es solo para defenderse. Regla número dos: primero aprende la regla número uno.
A lo largo de la secuela se repiten temas similares a los de la primera película, pero el mensaje central de Parte II es la importancia de mantenerse fiel a tus valores y principios. Y la afirmación del señor Miyagi —“No importa quién sea más fuerte. Importa quién sea más inteligente”— también destaca por su veracidad. Tras ser puestos a prueba en numerosas ocasiones a lo largo de la película, el señor Miyagi y Daniel demuestran su firme determinación de saber lo que es correcto y hacer lo correcto sin importar el coste.
Una de mis citas favoritas de todas las películas está en Karate Kid II, cuando el señor Miyagi advierte a Daniel: “Nunca antepongas la pasión a los principios. Aunque ganes, perderás”. Esta advertencia es algo que todos nosotros podríamos seguir mejor.
Este artículo apareció originalmente en la Fundación para la Educación Económica.
* Kimberlee Josephson es profesora asociada de negocios en el Lebanon Valley College en Annville, Pennsylvania.
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