Escribe: Marcelo Duclos*.-
Los “heridos” en la Plaza Congreso. La mentira más impúdica que vi en toda mi vida. (PanAm Post).
Como todos los miércoles, en las inmediaciones del Congreso se realizó “la marcha de los jubilados” donde siempre se acusa represión policial. ¿Qué es lo que pasa realmente?
Luego de la aprobación en el Senado de la Ley Bases, decidí no ir a cubrir más las marchas opositoras. Como comenté en un video de nuestro canal, si no fuera porque las fuerzas de seguridad me sacaron del lugar, me podían haber matado. En aquella oportunidad, cuando estaba registrando una de las patrañas de los manifestantes (que habían roto la puerta de una pizzería, pero pretendían culpar a la policía), una turba de inadaptados me comenzó a increpar y terminaron golpeándome en patota. Consideré que todo era demasiado claro y no valía la pena arriesgarse para mostrar algo absolutamente evidente.
Sin embargo, luego me tocó transitar por la zona del Congreso en el marco de otra supuesta “marcha de los jubilados”. Aunque me propuse una y otra vez no volver a las andadas, el oficio tira y es más fuerte que las convicciones más pensantes. Al menos cuando uno está en las cercanías de los acontecimientos.
Finalmente, me metí en medio del despelote pensando que iba a ver lo de siempre: violentos con sus desmanes, quienes luego denuncian represión. Sin embargo, sí terminé sorprendiéndome. La farsa y el engaño en el marco de estas marchas era todavía mucho más grande e inimaginable. Los manifestantes de izquierda, las agrupaciones piqueteras, los medios kirchneristas y unos pocos jubilados opositores logran recrear en vivo una gran obra de teatro, que, si no atentara contra el desempeño de un gobierno virtuoso, reconozco que sería digna de admiración. Una puesta en escena que recuerda al clásico ‘El Arca Rusa’, película caracterizada por grabarse tan solo en una toma.
Ante la lógica de que nadie en su sano juicio va a meterse en medio de ese despelote por voluntad propia, los manifestantes logran el manejo de un espacio determinado, donde quienes documentan todo son los “periodistas” afines. Así, frente al Congreso, se gestaba la mentira política más impúdica jamás vista en toda mi vida. Voluntarios-actores-manifestantes sin tener marcas o indicios de nada encima, se sentaban en el piso rodeado de supuestos socorristas y allí les arrojaba leche en la cara. Todo para recrear una escena donde supuestamente habían sido víctimas de gases lacrimógenos. Yo estaba allí, no hubo un gas ni nada por el estilo a más de 100 metros a la redonda. Llegaban en perfecto estado, se sentaban, los “atendían” y luego venían a grabarlos y a sacarles fotos.
En una de las tomas hechas con mi teléfono, hasta se ve como un falso herido reitera varias veces un fuerte parpadeo ante el lente de una cámara profesional, para que se tome el momento exacto de la angustiante, pero mentirosa, “cara de la represión”.
El pasado 3 de abril, el doctor Claudio Zin ya había alertado en las redes sociales sobre la presencia de estos “socorristas” de dudosa procedencia. Ellos formaban parte de este engaño, al atender “médicamente” y “psicológicamente” a las víctimas de una represión imaginaria.
Al haber caminado por todo el perímetro, pude llegar a una conclusión bastante clara de la farsa de los supuestos jubilados y sus jóvenes aliados. Fomentan el caos en determinados lugares, logran registrarlos con la enormidad de dispositivos móviles y cámaras disponibles, para luego hacer un montaje que, a simple vista, parece inapelable. Sin embargo, es un engaño absoluto. Uno sofisticado y planificado, pero un engaño al fin.
Mientras tanto, las pantallas de televisión reflejan escenas que son refutadas por lo que pasa en la zona del conflicto. No solo las señales kirchneristas como C5N. En La Nación+
Paulino Rodríguez editorializaba, con su sofisticada retórica —muy superior a la de la mayoría de los colegas— se refería a los modos del presidente argentino Javier Milei, sin siquiera nombrarlo, como los catalizadores de estas escenas ya ensayadas. Su cronista le daba la palabra a un joven que, aunque no pudo mostrar ojos irritados por la represión policial, sí denunció que le tocó algo de gas pimienta en el brazo.
Lo último que pude registrar este miércoles 16 de abril, fue la manipulación de otro notero televisivo, el de Crónica Televisión orquestando junto a su camarógrafo las imágenes de este engaño. ¿Qué estaba sucediendo? La gendarmería cuidaba el cordón, para que los manifestantes puedan protestar en la vereda. Cuando cambiaba la luz del semáforo, ellos bajaban a la calle por el tiempo que estuvieran parados los autos, luego debían retornar al sitio anterior y así no cortar el tránsito vehicular. ¿Qué transmitía el “periodista”? Los movimientos de los agentes invitando a los “jubilados” a no trancar el flujo de los autos, pero para ello usaba planos engañosos, mientras locutaba una represión inexistente.
Por eso, tomé mi teléfono celular y documenté lo que mis ojos veían: el periodista estaba diciendo una absoluta falacia. Aunque uno cuenta ya con experiencia en la comunicación, lo cierto es que nunca se termina de aprender. Ya que no estaba transmitiendo en vivo, bien podía haberme limitado a grabar las imágenes, para luego agregarles el audio en edición. Sin embargo, a modo reflejo, comencé a llamar en voz alta —por mi indignación— todo este teatro por su nombre, es decir, una vil mentira.
Apenas los falsos jubilados me escucharon desenmascarar a este “notero”, pasó lo inevitable: una turba violenta alrededor me rodeó y la necesidad de irme del lugar para mantenerme a salvo de los violentos. Sin embargo, pude al menos traerme algunas imágenes de lo que sí sucedió.
* Marcelo Duclos, nació en Buenos Aires en 1981, estudió periodismo en TEA y cursó la maestría de Ciencias Políticas y Economía en Eseade. Excolumnista de opinión invitado de Perfil, Infobae, entre otros medios. Fue productor de POP Radio y encargado de noticias, docente de Estructura Económica Mundial y responsable de comunicación de la F. Naumann entre 2010 y 2022. Aficionado a la gastronomía, el mundo del vino y actualmente estudiante de sommelier. Músico y coleccionista de Queen.
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