Escribe: Marcelo Duclos*.-
Entre el domingo 9 y el lunes10 de noviembre, dos de las viejas caras del kirchnerismo reaparecieron y terminaron en boca de todos. Por un lado, el expresidente Alberto Fernández, que volvió a reivindicar su gestión terminando por ser la comidilla de las redes sociales, y el exviceministro de Economía de Axel Kicillof, Emmanuel Álvarez Agis. El economista se sumó a la movida internacional relacionada con la hostilidad contra el uso del dinero en efectivo y propuso ponerle un 10% de impuesto, algo que, en su opinión, fomentará la formalidad. Sin ponerse colorado, Álvarez Agis dijo que esto podría funcionar con una retención en los cajeros automáticos, que deberían darle 900 pesos por cada 1.000 que el usuario retire de su cuenta.
En Argentina, dos exponentes de las épocas oscuras del kirchnerismo reaparecieron en simultáneo. Aunque hablaron de cosas diferentes, es necesario interrelacionar sus acciones y propuestas, para advertir riesgos a futuro.
Con respecto a la propuesta del economista K, lo primero que uno puede advertir es que desea apagar un incendio con combustible. Si la informalidad es amplia por la cantidad de impuestos, restricciones y distorsiones en la economía argentina, es insólito pensar que el problema puede llegar a solucionarse incrementando lo que generó el problema en primera instancia. En su cabeza, si la gente pierde el 10% de su ingreso por operar en efectivo, la formalidad se incrementaría si esos trabajadores comienzan a usar medios de pagos digitales y tarjeta.
Más allá de la violencia y del error conceptual de la iniciativa (que fue duramente cuestionada por el presidente Javier Milei), este capricho “anti-efectivo” que ahora se discute en Argentina no es nada nuevo en lo que se conoce como el “primer mundo”. Por estos días, en Europa se discuten las consecuencias de un “euro digital”, que propone seguridad y comodidad, pero que trae consigo un elemento de control que debería ser repudiado por buena parte de la política y la ciudadanía europea.
¿Qué aspecto se puede relacionar entre la mala propuesta económica del exfuncionario de Kicillof y el recuerdo de un Alberto Fernández que regresó solamente para complicar la renovación peronista? La pérdida de derechos y garantías que se vivió en Argentina durante la pandemia del Covid-19 (algo que el expresidente ni menciona cuando justifica su gestión) permite vislumbrar, sin ser para nada conspiranoico, las eventuales consecuencias de dejar el dinero en manos del control de la autoridad central, que puede eventualmente volverse autoritaria.
En el marco de la pandemia, el gobierno de la dupla de los Fernández reguló hasta los días para que las personas puedan salir a las calles. Envió a la quiebra a miles de negocios y hasta se tomó la prerrogativa de dividir a los argentinos entre “esenciales” y “no esenciales”, a la hora de permitirles trabajar o salir a la calle. Muchos de los comercios que lograron sobrevivir lo hicieron sorteando e incumpliendo las normas. Peluqueros que atendían con la cortina baja, restaurantes que abrían algunas mesas en “clandestino” y otras tantas iniciativas que mezclaban la sagrada causa de la libertad con la mera supervivencia económica.
La historia ya demostró que, ante ciertas eventualidades y con un mal gobierno a cargo, las libertades se pueden desvanecer por completo. Darle el poder al Estado de conocer todos los gastos y los movimientos económicos de las personas puede ser muy peligroso. No solamente por la información que recaudan, sino por dejarles servida la prerrogativa de llegar a usar el control como un arma. China puede dar lecciones en este sentido para el mundo.
Son válidas y bienvenidas las formas de pago y las tecnologías, siempre que estén en libertad de competencia y les dejen a los usuarios la posibilidad del anónimo efectivo. El kirchnerismo, cuando puso una declaración jurada para la compra y venta de dólares en el marco del cepo, argumentó que, si el dinero era bien habido, las personas podían dar todos los detalles que el Estado requiera. Bueno, hay que negarse a todas estas cuestiones, porque la privacidad y la libertad son derechos consagrados en la Constitución.
No tiene que existir el mínimo margen de acción para que los políticos puedan sugerir que, si el dinero es bien habido, uno no tendría por qué escandalizarse ante los registros de las transacciones.
Puede que esta perspectiva lamentablemente pase desapercibida, ya que no todo el mundo comprende los riesgos potenciales de una decisión que implique el fin del anonimato en el ámbito financiero. Esta probablemente sea una de las más importantes en el marco de la batalla cultural por la libertad.
* Marcelo Duclos, nació en Buenos Aires en 1981, estudió periodismo en TEA y cursó la maestría de Ciencias Políticas y Economía en Eseade. Excolumnista de opinión invitado de Perfil, Infobae, entre otros medios. Fue productor de POP Radio y encargado de noticias, docente de Estructura Económica Mundial y responsable de comunicación de la F. Naumann entre 2010 y 2022. Aficionado a la gastronomía, el mundo del vino y actualmente estudiante de sommelier. Músico y coleccionista de Queen.
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