Escribe: Luis Hernando Granada C.*.-
Se aproxima el 31 de octubre, una fecha en la cual, por alguna extraña razón o conveniencia comercial, se celebra el Día de las brujas.
Y como el extranjerismo es delicioso, algunos lo llaman el Día de Halloween, una “festividad” que se originó con el antiguo festival celta de Samhain, cuando la gente encendía hogueras y se disfrazaba para ahuyentar a los fantasmas.
Sin embargo, la Biblia no menciona la celebración de Halloween, ya que es una fiesta de origen pagano con raíces celtas, no cristiana. Por eso la Biblia condena prácticas asociadas a Halloween como la adivinación, la brujería, los espíritus y la consulta a los muertos. Los pasajes bíblicos animan a los cristianos a rechazar las “obras de las tinieblas” y a vivir en la “luz”, lo que se interpreta como un rechazo a las prácticas y simbolismos oscuros que caracterizan a esta fiesta.
Es decir, la fe católica busca, entonces, que se siga celebrando el día marcado en el calendario litúrgico como sucede desde el siglo octavo, que nada tiene que ver con los elementos alusivos a las brujas, fantasmas o monstruos de Halloween que, los más aventurados, tildan de “satánicos” o “demoniacos”.
Dicho de una forma más directa, el Halloween es una fecha que en Colombia no debería celebrarse, pero puede más el comercio y la publicidad que cualquier apego a la fe católica.
A pesar de lo anterior, personalmente no le veo mucho problema a que los padres caigan en el error de disfrazar a sus hijos con trajes monstruosos, fantásticos o de héroes de barro como Superman, el Hombre araña o la Mujer que pellizca; eso sería lo de menos. Lo que no se puede aceptar es que la tal fecha, sea aprovechada por agentes del mal, brujos, chamanes, pastores y adeptos de Satán, para realizar sus fechorías, rituales o ceremonias, en las cuales se incluye el sacrificio no solo de animales sino de seres humanos. Eso es inaceptable.
La brujería, el chamanismo, el esoterismo es algo que siempre ha existido sobre la faz de la tierra y desde tiempos inmemoriales, pero ahora el problema es, que el nuevo gobierno les abrió de manera más amplia las puertas de la criminalidad y el engaño a estos siniestros personajes.
Para nadie es un secreto, que por estas fechas, los adeptos de Satán le rinde homenaje al rey del averno, raptando niños, celebrando orgías y rituales satánicos y otros vejámenes. Para nadie es un secreto, que los niños son los que más corren peligro, porque la brujería, el chamanismo, los pastores y otros depravados, aprovechan fechas como estas para cometer sus desmanes.
Como periodista, no podía desconocer las tragedias y dramas que ocurren a diario en nuestro entorno, con macabras y espeluznantes consecuencias, lo cual me llevó a escribir, luego de más 40 años de investigación, la novela “El Imperio del terror”, que no es una obra especulativa, amarillista o repleta de ficción, porque lo consignado en sus más de 400 páginas, son historias narradas, vividas y sufridas por sus protagonistas.
Escuchar varias historias de viva voz me resultaba escalofriante; conocí casos de campesinos que queriendo solucionar sus problemas en sus tierras, acudían o a brujos o a pastores que los “desplumaban” y los llevaban a perderlo todo; conocí empresarios que igualmente fueron “desplumados” por falsos pastores que les quitaban el dinero a través del llamado “diezmo”, algo que ya no existe en el Nuevo Testamento; conocí de la misma forma, a innumerables jovencitas que eran “enredadas” con cuentos por brujos, pastores y falsas casas de modelaje, siendo víctimas de violaciones múltiples.
Algunas tienen hijos pero no atinan a saber quién podría ser el padre, “porque entre tantos polvos –como me lo confesó una de ellas–, es muy difícil saber quién es el padre”.
Muchas de las que quisieron o aspiraban a ser modelos, cayeron en las garras de falsas escuelas de modelaje que terminaron convirtiéndolas en prostitutas, jóvenes prepago o actrices porno.
Esto y mucho más, con “pelos y señales” los narro en mi novela “El Imperio del terror”, una novela fascinante, que amarra al lector de principio a fin y que no contiene ficción porque duré más de 40 años siguiendo pistas, realizando investigaciones sobre diversas trampas, engaños y porquerías que realizan estos nefatos personajes. Muchos creen que de verdad los brujos adivinan, que los pastores son seguidores de un Evangelio, que todos los médicos son honestos y que las casas de modelaje son verdaderas escuelas de formación.
Nada de eso: ¿Saben cómo adivinan los brujos?… ¿Cómo los pastores les pueden arrebatar cualquier capital a sus seguidores escudándose en la Biblia?… ¿Conocen supuestas escuelas de modelaje que pueden convertir a inocentes jóvenes en una vulgar chica prepago o actriz porno?… ¿Cómo lograron cuatro hermosas jóvenes universitarias descubrir como curaban de mentira falsos pastores y profetas, solicitando de paso un allanamiento a la Policía para acabar con el antro?
Obviamente hay muchas historias más, como el caso del padre que le hace el amor a su propia hija y termina suicidándose cuando la descubre, luego de que ella se quitara el traje de Caperucita roja y él el del Lobo feroz.
Tristes, alucinantes y lamentables son muchas de las historia que consigné en esta novela, que justamente ahora, cuando se acerca el 31 de octubre, vale la pena leer para abrir los ojos ante una cruel realidad.
* Luis Hernando Granada C., Periodista, Publicista con más de 50 años de experiencia. Ex subdirector de la Revista El Congreso, ex Director y colaborador de varios medios de comunicación escritos, impresos y digitales. Autor de la Novela “El Imperio del terror” y de los libros “¿Y cómo es la vuelta?” y “La gran farsa de la izquierda” y Gestor Cultural del Tolima.
