Escribe: Marcelo Duclos*.-
Así quedó el departamento de un joven de Ciudadela, al que tres viudas negras durmieron. Nunca se despertó. (X)
En el marco de la retórica mentirosa del supuesto patriarcado, que muestra al hombre como un eventual agresor y a la mujer como una víctima permanente, hay unas historias recurrentes que quedan afuera de las estadísticas capciosas.
De la misma manera que a veces las noticias informan sobre algún asesino de una mujer, en el marco de lo que se considera un “femicidio”, es usual leer otras informaciones, donde también la muerte es el denominador común. Se trata el caso de las famosas “viudas negras”. Aunque en ambos casos, en circunstancias de parejas, exparejas o conquistas eventuales, de un lado se computa una animosidad de género –con una culpa casi colectiva–, del otro no.
Una de las noticias del día en Argentina tiene que ver con el deceso de un joven de 19 años en Ciudadela, Williams Jonathan Quispe Quenta, de nacionalidad boliviana. En la noche del sábado, Quenta habría ido a bailar a un boliche de la zona, donde conoció a tres mujeres. Luego de un rato en el local bailable, ellas habrían accedido a irse junto al joven y dos amigos a su departamento. El domingo a la mañana, ellos se despertaron y corroboraron dos cosas: la vivienda estaba desvalijada (se llevaron hasta el televisor), no tenían ni sus celulares, y Williams Jonathan estaba muerto.
Los sobrevivientes llamaron al 911 y le contaron a la policía que habían conocido a estas tres mujeres, con las que dejaron el boliche Equinoxio a las seis de la mañana, aproximadamente. Ya en el domicilio de Quenta habrían tomado unos tragos (en la foto policial se observan latas de cerveza, una botella de vino y unas botellas de fernet), para luego quedarse dormidos. Cuando despertaron se encontraron con el robo consumado y su amigo sin signos vitales, recostado sobre la cama.
Como ya es de público conocimiento, las denominadas “viudas negras” suelen apersonarse en los domicilios de sus víctimas (a las que conocen por aplicaciones o en lugares sociales como este caso), donde efectúan siempre el mismo modus operandi. En algún momento de la noche, al compartir alguna bebida, ellas depositan somníferos en las copas de sus eventuales compañeros. Para asegurarse que sus víctimas caigan en un profundo sueño y realizar sus robos –donde a veces cuentan con cómplices que ingresan a la vivienda luego de que las víctimas han tomado el cóctel letal– las “viudas negras” no quieren correr riesgos: ponen grandes cantidades de droga, para que los hombres caigan desmayados y no les falle el operativo.
Esta irresponsabilidad homicida hace que, en el mejor de los casos, el hombre se despierte luego del robo. Muchas veces, como en esta oportunidad, la víctima simplemente muere envenenada por una sobredosis del fármaco que utilizan para dormirles.
Aunque las noticias de estos hechos policiales son frecuentes, lo cierto es que es imposible hacer una estimación concreta sobre su verdadera frecuencia. Es que solo trascienden los casos que se denuncian o donde la víctima no despierta. Muchas veces, cuando el hombre asaltado no fallece, por la vergüenza que genera la situación, estos robos no son denunciados ni llegan a la justicia. Por eso, son muchos los casos que sí se denuncian cuando las víctimas son turistas. La mayoría de ellos norteamericanos o europeos, que se llevan de la Argentina (y de varios países de la región) el mal recuerdo de lo que parecía ser una conquista que prometía una noche inolvidable. Según los antecedentes, se registraron casos de víctimas que hacen ingresar a su departamento a dos mujeres, que llegaron allí con la promesa de una “fiesta sexual”.
La única conclusión inequívoca que sí se puede sacar en estos casos es que los robos de las “viudas negras” son más usuales de lo que parecen, aunque haya noticias en los medios que recojan estos casos. No sería de extrañar que, en algún lugar del país, suceda casi todas las noches.
Aunque en estos casos las víctimas siempre sean hombres y las victimarias mujeres, cada vez que el feminismo arremete con sus estadísticas capciosas, que pretenden evidenciar un grave contexto de “violencia de género”, todas estas cuestiones quedan de lado. Lógicamente, esto significa que haya que subestimar el riesgo que sufren muchas mujeres a manos de psicópatas obsesionados o de parejas violentas. Es una situación que debe estar presente en el diseño de políticas públicas y herramientas preventivas. Sin embargo, todo esto debe estar encarado desde una perspectiva razonable, que comprenda que en Argentina y el mundo, hay delincuentes, violentos y asesinos de todos los géneros y orientaciones sexuales. Encasillar y embolsar a víctimas y victimarios o a culpables e inocentes en colectivos, no hace otra cosa que empeorar la situación y generar una caza de brujas.
* Marcelo Duclos, nació en Buenos Aires en 1981, estudió periodismo en TEA y cursó la maestría de Ciencias Políticas y Economía en Eseade. Excolumnista de opinión invitado de Perfil, Infobae, entre otros medios. Fue productor de POP Radio y encargado de noticias, docente de Estructura Económica Mundial y responsable de comunicación de la F. Naumann entre 2010 y 2022. Aficionado a la gastronomía, el mundo del vino y actualmente estudiante de sommelier. Músico y coleccionista de Queen.
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