Escribe: Juan Esteban Lewin.-
La guerra comercial afecta más a otros productores de café, lo que permitiría algunas oportunidades para el grano colombiano en el mercado más grande del mundo
Este viernes, mientras las bolsas se derrumbaban por la guerra comercial desatada por Donald Trump, en la caribeña ciudad de Santa Marta avanzaba una subasta. Se trataba de la fase final del concurso Colombia Tierra de Diversidad, una competencia que organiza la Federación de Cafeteros para encontrar cafés especiales. Pese a la incertidumbre en la economía global, la puja por los cafés producidos por 22 cultivadores finalistas logró ventas por 44.000 dólares, una cifra pequeña en el acumulado de las exportaciones colombianas, pero que representa un aumento de un 72% de lo que obtuvo en promedio cada vendedor frente a la versión anterior, en octubre pasado. Se trata de una señal de positiva en un entorno movido que los caficultores leen con cautela.
Eso es, por lo menos, lo que dice el gerente de la Federación, Germán Bahamón. “Miramos con prudencia los aranceles, y esperamos aún ver cuál será el balance final”, explica. La primera reacción de los analistas, para el caso del café colombiano, ha sido de comparativa serenidad. Eso se debe a que la guerra comercial que ha desatado Trump afecta más a otros productores de café, lo que podría abrir algunas oportunidades para el grano colombiano en un mercado fundamental: Estados Unidos es el mayor importador de café para su consumo y el segundo mayor consumidor, muy cerca del mayor productor, exportador y consumidor, Brasil.
Pese a que desde este sábado el café colombiano debe pagar un 10% de arancel al entrar a Estados Unidos, los grandes exportadores asiáticos enfrentan unas tarifas mucho más altas, con Vietnam llegando al 46% e Indonesia al 32%. Sin embargo, son países que producen café del tipo robusta, el más ácido y más barato por libra, mientras que más del 90% del café sin tostar que importa Estados Unidos es arábica, la calidad más suave que se cultiva en Colombia. De hecho, el 80% del grano sin tostar que importa viene de América Latina, donde los otros exportadores tendrán el mismo 10% de Colombia. Desde Brasil, la principal fuente del café para el país norteamericano (35% del café sin tostar), hasta Guatemala, Honduras o Perú. En esa medida, las oportunidades que se abran por el mayor arancel a los países asiáticos parecen menores, lo que explica la cautela de Bahamón.
Para Gustavo Gómez, presidente del gremio de los exportadores de café Asoexport, en todo caso los precios del café subirán para los consumidores norteamericanos, ya sea a a corto o mediano plazo, mientras se mantengan los aranceles. Aclara que el impacto puede ser variable, como ya ha pasado en el pasado reciente: “No puedo ir a donde el consumidor y subirle un 30%, 40% o 50% el precio, porque eso podría amenazar el consumo”, explica, y recuerda que algunos exportadores tienen contratos de venta a largo plazo, con precios quizás ya definidos.
Pese a esa incertidumbre, los dos líderes gremiales coinciden en que el café ha demostrado ser difícil de sustituir por otro producto. “Las personas necesitan una bebida caliente, que les dé energía, y el café no es fácil de reemplazar para eso. Y las que podrían ser sustitutos, como el té, tienen el mismo arancel”, dice Gómez. “Los últimos 18 meses han demostrado que la demanda del café es bastante inelástica”, coincide Bahamón, quien señala que una vez se estabilicen los cambios en el comercio global se podrán tener más claras las oportunidades y los riesgos con la nueva situación.
En medio de esa cautela, los dos expertos señalan un riesgo más puntual, debido a la previsible alza de precios para los consumidores estadounidenses. “No debería caer en el consumo. Tal vez cambien los tipos de café que se toma, a un café mucho más estándar. Esto puede impactar la demanda de cafés especiales”, explica Gómez, no sin resaltar que por ahora se trata solo de una hipótesis.
Para Bahamón, el éxito que tuvo la subasta de esos cafés selectos el viernes por lo menos matiza esa posibilidad. Pero finaliza con otra reflexión: “Debemos revisar el valor agregado que le damos al café, que exportamos en grano. Los países exportadores que no lo cultivan —lo importan como café verde, lo tuestan, lo muelen, lo empacan y lo reexportan ya transformado—, como Italia o Suiza, enfrentan un arancel mayor en Estados Unidos, por lo menos en los anuncios hasta el momento. Eso supone una oportunidad para que Colombia fortalezca sus capacidades y agregue más valor. Es la posibilidad de hacer nearshoring”. Y es que si bien Brasil y Colombia, grandes exportadores, venden el café en grano, Suiza se ha convertido en el tercer origen del café que consumen los estadounidenses, pese a no producir un solo grano. Entrar a competirle en el mercado del café listo para consumir significaría crear todo un sector manufacturero nuevo en el país sudamericano, algo que se ve tan distante hoy como lo era una guerra comercial como la desatada por Trump hace apenas unos meses.
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