Escriben: Rory Branker y María Gabriela Lara G.-
La caída de Al Assad no solo redefine el futuro de Siria, sino que también resuena en la geopolítica global, planteando nuevos desafíos para la estabilidad regional y la legitimidad de regímenes autoritarios.
¿Qué actores han estado detrás de este cambio de régimen y cómo afectará esto a países como Venezuela, donde Nicolás Maduro intenta aferrarse al poder?
La reciente caída de Bashar al Assad, una figura emblemática en el panorama político de Oriente Medio, ha desencadenado una serie de reacciones e implicaciones que trascienden las fronteras sirias. Este evento, que ha sido el resultado de un intrincado entramado de factores internos y externos, no solo redefine el futuro de Siria, sino que también tiene consecuencias políticas y geoestratégicas de gran alcance en la región y más allá. ¿Quiénes son los verdaderos actores detrás de este colapso y qué significa esto para el equilibrio de poder global?
El derrocamiento de Al Assad no ha sido un evento aislado, sino el resultado de una coordinación precisa entre varias potencias internacionales y actores regionales. En este contexto, se destacan principalmente cuatro actores: Estados Unidos, Israel, Turquía, y Rusia, quienes han tejido una compleja red de alianzas y estrategias para alcanzar sus objetivos geopolíticos.
Estados Unidos y su estrategia de intervención: La implicación de Estados Unidos en la caída de Al Assad es evidente. Desde el inicio del conflicto, Washington ha sostenido una postura de apoyo a la oposición yihadista, proporcionando entrenamiento y armas a grupos insurgentes. La coordinación con Turquía para el envío de instructores ucranianos a las fuerzas salafistas en Siria ha sido un factor determinante para el éxito de estas agrupaciones en el campo de batalla. La transferencia de armamento desde Ucrania hacia Siria ha robustecido a las fuerzas rebeldes, abriendo una nueva fase en el conflicto que culminó con el colapso del régimen de Assad.
Israel y su interés estratégico: Israel ha jugado un papel crucial en la dinámica de poder en Siria, buscando desestabilizar a un régimen que considera una amenaza. La intervención israelí se ha manifestado en ataques aéreos selectivos contra posiciones militares del régimen, así como en el apoyo a insurgentes en el sur del país. La caída de Al Assad, tal como se plantea, beneficia a Israel al permitirle ganar nuevo territorio y aislar a Hezbollah de Irán, un objetivo estratégico que ha estado presente en la política exterior israelí durante años.
Turquía y su expansión regional: La postura de Turquía ha sido igualmente decisiva. Erdogan ha utilizado el caos en Siria para consolidar su influencia en el norte del país, estableciendo un control territorial que le permite manejar no solo la situación de los refugiados, sino también acceder a recursos que antes estaban en manos del régimen sirio. La colaboración con grupos yihadistas ha sido una estrategia deliberada para debilitar a Assad y, al mismo tiempo, controlar a los kurdos, que aspiran a establecer un estado propio en la región.
Rusia y su juego estratégico: Rusia, que había sido un aliado fundamental de Assad, se encuentra ahora en una posición complicada tras el colapso del régimen. La pérdida de influencia en Siria representa un revés significativo para Moscú, que ha utilizado al país como un punto de apoyo para proyectar su poder en el Medio Oriente. La reciente decisión de Rusia de abandonar sus bases en Siria indica un debilitamiento de su presencia en la región y su incapacidad para sostener a un aliado en crisis. Este cambio también podría significar que Rusia tendrá dificultades para mantener su acceso a recursos estratégicos en el Mediterráneo y en África, un área donde había comenzado a establecer una influencia significativa.
Para comprender mejor el impacto de la caída de Al Assad, es útil compararla con otros regímenes autoritarios que han experimentado un colapso en las últimas décadas. A continuación, analizaremos tres casos emblemáticos: Libia, Irak, y Venezuela, cada uno con sus particularidades y lecciones que pueden arrojar luz sobre la situación actual en Siria.
Libia (2011): La caída de Muamar Gadafi fue un evento crucial en la geopolítica del norte de África. Al igual que Assad, Gadafi contaba con un régimen autoritario que había mantenido el control durante décadas. La intervención de la OTAN, junto con el apoyo de grupos rebeldes locales, llevó a su derrocamiento. Sin embargo, el vacío de poder que dejó Gadafi resultó en un colapso del estado y el surgimiento de múltiples facciones armadas, lo que desencadenó una guerra civil prolongada y una inestabilidad que persiste hasta el día de hoy. La lección de Libia es clara: la caída de un régimen autoritario, sin un plan claro para la reconstrucción del estado, puede resultar en un caos aún mayor.
Irak (2003): El derrocamiento de Saddam Hussein por parte de una coalición liderada por Estados Unidos también ofrece un paralelo significativo. Una vez que Hussein fue derrocado, Irak se sumergió en un conflicto sectario que llevó a la aparición de grupos yihadistas como el Estado Islámico. La falta de un marco político inclusivo y la marginación de ciertos grupos étnicos y religiosos exacerbó la inestabilidad. En el caso de Siria, la caída de Assad podría seguir un camino similar si no se establece un gobierno inclusivo que represente a todas las facciones sirias.
Venezuela (actualidad): A diferencia de los casos anteriores, el régimen de Nicolás Maduro ha logrado mantenerse en el poder a pesar de la presión interna y externa. Sin embargo, la situación en Venezuela es insostenible, con una crisis humanitaria que ha llevado a millones de personas a huir del país. La caída de Assad podría ser un catalizador para que la oposición venezolana encuentre fuerza, similar a cómo la caída de otros regímenes ha inspirado movimientos en otras naciones. La conexión entre Siria y Venezuela sugiere que los regímenes autoritarios pueden encontrar apoyo mutuo, pero su supervivencia a largo plazo es incierta en un contexto de creciente presión internacional.
La caída de Al Assad no es solo un cambio de régimen; es un cambio de paradigma en la geopolítica del Medio Oriente. Las implicaciones son vastas y complejas, afectando no solo a Siria, sino también a sus vecinos y a potencias globales.
Reconfiguración del Poder en Oriente Medio: Con el colapso del régimen de Assad, se abre un vacío de poder que será difícil de llenar. La región podría verse sumida en un caos aún mayor, ya que múltiples facciones intentarán establecer su dominio. La posibilidad de que Siria se convierta en un estado fallido, similar a lo que ocurrió en Libia, es alta. Este vacío puede ser aprovechado por organizaciones terroristas islamistas, que podrían resurgir con fuerza y convertirse en un nuevo santuario, generando un impacto directo en la seguridad de Europa.
Consecuencias para Europa: La inestabilidad en Siria podría tener repercusiones significativas en Europa, donde se prevé un aumento en el flujo migratorio. La llegada de refugiados y potencialmente de elementos radicalizados podría intensificar los desafíos sociales y políticos que ya enfrenta el continente, exacerbando el populismo y la xenofobia en países que se niegan a aceptar más inmigrantes. La historia reciente nos enseña que las crisis humanitarias pueden tener efectos desestabilizadores en la política interna de las naciones receptoras.
Impacto en el Eje Irán-Hezbollah: La derrota de Assad significa un golpe considerable para Irán y su influencia en la región. Aislando a Hezbollah y debilitando la conexión terrestre con Siria, se limita la capacidad de Irán para proyectar su poder en el Levante. Esto podría llevar a un cambio en la dinámica de poder en la región, donde Israel podría sentirse más seguro para actuar militarmente contra las posiciones iraníes en el Líbano y Siria.
Un nuevo escenario para Rusia: La pérdida de influencia en Siria obligará a Rusia a replantear su estrategia en el Medio Oriente. La imposibilidad de sostener un régimen aliado podría llevar a Moscú a buscar nuevas alianzas o a intensificar su enfoque en otros frentes, como su relación con Irán o su intervención en África, donde ha estado tratando de expandir su influencia a través de la seguridad y la explotación de recursos.
Implicaciones para Venezuela y Nicolás Maduro
La caída de Al Assad y la reconfiguración del poder en Siria también tienen un eco distante en América Latina, particularmente en Venezuela. Nicolás Maduro, quien ha mantenido una relación simbiótica con el régimen sirio, podría enfrentar nuevos desafíos a medida que se consoliden las consecuencias del colapso de Assad.
Deslegitimación de regímenes autoritarios: La caída de un dictador tan emblemático como Al Assad puede servir como un precedente para el debilitamiento de otras dictaduras, incluida la de Maduro. La pérdida de apoyo internacional para regímenes autoritarios, especialmente aquellos que han dependido de alianzas con potencias en declive, puede generar un efecto dominó que impulse a la oposición venezolana a capitalizar el momento.
Reconfiguración de alianzas internacionales: Con la pérdida de poder en Siria, Irán, un aliado clave de Maduro, puede verse debilitado, lo que afectará la estrategia de apoyo a la dictadura venezolana. La presión internacional sobre el régimen de Maduro podría intensificarse, ya que la comunidad internacional se opone cada vez más a la legitimidad de gobiernos que se apoyan en el terrorismo y la represión.
Crisis humanitaria y migración: La experiencia siria también puede ofrecer un espejo para lo que puede suceder en Venezuela. Una crisis humanitaria en Siria provocó un éxodo masivo de refugiados hacia Europa; un colapso similar en Venezuela podría llevar a millones de personas a huir de la crisis económica y social, exacerbando los problemas en la región y planteando nuevos retos para países vecinos como Colombia.
La caída de Bashar al Assad representa un punto de inflexión en la geopolítica del Medio Oriente, con repercusiones que se extenderán mucho más allá de las fronteras de Siria. La reconfiguración del poder en la región, el aumento del terrorismo islamista, la crisis de refugiados en Europa y el impacto sobre regímenes autoritarios como el de Nicolás Maduro son solo algunas de las muchas implicaciones que debemos considerar.
A medida que el mundo observa cómo se desenvuelven estos eventos, es fundamental que los líderes internacionales actúen con prudencia y visión estratégica. La historia nos ha enseñado que los vacíos de poder pueden llevar a consecuencias inesperadas y a menudo devastadoras. La comunidad internacional debe estar preparada para abordar los desafíos emergentes y trabajar hacia un futuro que priorice la estabilidad, la paz y los derechos humanos en la región.
La narrativa del colapso sirio nos recuerda que la geopolítica es un juego de dominó, donde un solo evento puede desencadenar una serie de reacciones en cadena que alteran el orden mundial. Paradójicamente, hoy nos alegramos por lo que ha pasado en Siria y aun así es inevitable estar profundamente preocupados.