Escribe: Carlos Flores*.-
Usted puede pensar lo que sea de Donald Trump; que si es un mentiroso, un egomaníaco, que su piel es color zanahoria, su cabello, las demandas, lo que sea, pero el hombre ya fue Presidente y uno de los mejores de los últimos tiempos… y punto. (Archivo)
No se trata solamente de que Donald Trump haya ganado, sino que destruyó al stablishment, destruyó al maligno mundo corporativo de la extrema izquierda; derrotó al poder woke que pretende borrar la historia y crear una nueva humanidad que asquea y que condena al que quiere ser libre.
Son las 5:37 a.m. mientras comienzo a escribir estas líneas, en lo que es un amanecer que llena de esperanza no sólo a Estados Unidos sino al mundo entero. Y esto lo ignoran, sobre todos, aquellos que no votaron por Donald Trump, el presidente No. 47 de la historia norteamericana, que ha decretado el inicio de la “edad de Oro de Estados Unidos”, y le creo, ya que el país viene de atravesar algo solo comparado con la oscuridad de la edad media.
Luego de toda una noche viendo conteos, escuchando sobre “swing states” y la típica terminología utilizada en el complejo sistema electoral de ese país, quiero enfocarme en lo que considero trascendental, importante e histórico: No se trata solamente de que Donald Trump haya ganado, sino que destruyó al stablishment, destruyó al maligno mundo corporativo de la extrema izquierda; derrotó al poder woke que pretende borrar la historia y crear una nueva humanidad que asquea y que condena al que quiere ser libre: masacró a la élite que intentó hacer lo inaudito: tratar de obtener la presidencia en base a infundir miedo en los electores norteamericanos. Y aquí estamos hablando de una de las movidas más nefastas –sino la más– en toda la historia de la política de este planeta. Lo que se vivió durante el día y la noche del 5 de noviembre, hasta la madrugada del día siguiente, marca un inédito hito sociopolítico: Esta noche, las fuerzas del mal que pretenden deformar a la humanidad, fueron humilladas, expuestas y sometidas, por lo único que importa, por lo único que tiene peso en un elector: la verdad, la verdad que no sólo puede mejorar a su país sino su vida y la de su familia. ¿Acaso de eso no se trata todo esto? No se trata de Oprah, ni de Taylor Swift… no se trata de pseudo pensadores como Sam Harris y toda, absolutamente toda, la industria hollywoodense: se trata de gente que quiere elegir a una persona para que construya un mejor país. Ni más ni menos.
El Muppet que no quería salir de la Casa Blanca
Con Kamala Harris murió la política dentro de un partido político, el Demócrata. y esto, ¿qué rayos quiere decir? He aquí la gran verdad de lo ocurrido en torno a esta mujer. Antes de que el mundo entero presenciara el lamentable estado de senilidad del presidente Joe Biden en el –tristemente histórico– debate contra Donald Trump, su vicepresidente, Kamala Harris, era sinónimo de burla, de ineptitud. Acaso el peor ser vivo en llegar a la vicepresidencia, sin mencionar al peor ser vivo en llegar a la presidencia. Y miren que Estados Unidos ha tenido a sus Nixon y demás. Pero Kamala era… nada. Un cero, un chiste. Biden renuncia ante la debacle que se le venía a los Demócratas. Y entonces ocurre uno de los eventos siniestros que nadie, absolutamente nadie debe ni puede olvidar: las corporaciones que controlan todos los medios de comunicación, opinadores y demás payasos en el circo del poder se unieron para forjar un personaje; así como Sauron forjó el anillo que domina a todos los demás (si usted no es fanático de El Señor de los Anillos, olvide lo anterior), el establishment; es decir, esta gente que aparece en las listas de Epstein, que frecuentaban las fiestas de Diddy y que han controlado una funesta agenda “woke” caracterizada por el antisemitismo, la instauración de una pseudo policía del pensamiento (sí, recordemos 1984 de Orwell) que censura y cancela todo aquello que va en contra de sus distorsionados ideales, tomó una decisión: crear un personaje, ficcionalizar a Kamala Harris (la trastocada vicepresidente con coeficiente intelectual más bajo que el de una papa frita) y armar sobre ella una entidad inexistente.
¿Cómo lo lograron? Pues, y este fue otro asesinato: la muerte del periodismo. Medios como The Washington Post, The New York Times, las cadenas televisivas ABC, NBC, MSBNC, incluso Comedy Central, dejaron de emitir noticias, hechos, para convertirse en burdas maquinarias de propaganda y marketing. Propaganda y marketing en torno a una redentora, una mujer con una sonrisa contagiante (de la que hace apenas meses medio planeta se mofaba) y cual producto más de consumo masivo, la empaquetaron como la esperanza y única opción para salvar al país… Pero, ¿salvarlo de qué? Siendo ella la actual vicepresidente y estando al lado del actual presidente de los Estados Unidos. ¿De qué se supone podía salvar a los norteamericanos? Y aquí entra la segunda parte del plan: satanizar a Donald Trump.
Usted puede pensar lo que sea de Donald Trump; que si es un mentiroso, un egomaníaco, que su piel es color zanahoria, su cabello, las demandas, lo que sea, pero el hombre ya fue Presidente y uno de los mejores de los últimos tiempos.. y punto. Por lo que entonces era necesario llamarlo desde Nazi hasta dictador; el comediante –porque no es más que eso– Bill Maher, se cansó de repetir en su programa de HBO que Trump destruiría la democracia si llegaba a ganar.
Ahora, Bill, ¿acaso la destruyó en su presidencia anterior? ¿Acaso tú o alguno de tus amigos ricos y de izquierda abandonaron el país como prometieron que lo harían si The Donald triunfaba en 2016? NO. Pero esta pandilla de poderosos que se alineó, como si tuviesen la responsabilidad de acabar con una peligrosa raza alienígena que viene a invadir la Tierra, hizo todo lo que el dinero, poder y fama podía asegurar: llevar un mensaje, una mentira, propagarla. Y, sobre todo, mantener al personaje de Kamala protegido, no exponer a la insulsa y tonta mujer que es, no dejar que hablase en público: mostrarla en las burbujas de las nuevas agencias de marketing y propaganda (antes, medios de comunicación) y pensaban que así, entre la creación de un personaje de ficción y la instauración del miedo satanizando a su rival, lograrían ganar. Pues, pésima estrategia. Pésima. No se trató de una teoría de conspiración sino de una enorme conspiración puesta en marcha: con intentos de asesinato incluidos.
Donald Trump reunió un pequeño grupo de gente que sabe lo que hace y que es real. Elon Musk, Robert Kennedy, Tulsi Gabbard. Y a quien considero será el mejor vicepresidente de la historia, el carismático JD Vance, para evitar la ficción y asumir la realidad: es necesario salvar a un país que está al borde de perderse en el abismo de la locura.
Es tal la burla de estas empresas de propaganda y marketing que mientras termino de escribir este artículo, CNN sigue publicando que ellos todavía no dan como ganador a Trump, que faltan votos por contar. ¿Cuáles? ¿Qué matemática anti-matemática tienen en sus cerebros? La cortina del circo se ha cerrado. Donald Trump es el nuevo presidente de los Estados Unidos, que hoy, como nunca, sigue siendo “The land of the free and the home of the brave.” En realidad, no ganó Donald, sino los valerosos votantes. Ganó la libertad. Y la historia así lo recordará.
* Carlos Flores, Periodista y editor venezolano. Autor de La moda del suicidio (EXD) 2000, Temporada Caníbal (Random House Mondadori, 2004) y Unisex, Santillana (2008). Fue editor en jefe de los diarios venezolanos El Siglo, Notitarde y El Periódico; director de la revista Zero. Ha sido corresponsal de Forbes Latam, The Huffington Post
y Country Manager de Newsweek en Español, cubriendo la crisis venezolana.