Escriben: Rory Branker y María Gabriela Lara G.–
Los verificadores de información, lejos de ser los protectores de la verdad que prometen ser, han comenzado a actuar como agentes de censura que moldean la realidad a su conveniencia. Photo by Giorgio Fouarge on Unsplash
En un mundo donde la información circula a la velocidad de la luz, y donde la verdad parece estar siempre en disputa, los llamados “verificadores de información” han ganado un protagonismo sin precedentes. Nos encontramos ante un fenómeno que, si bien en un principio parecía querer protegernos de la desinformación, hoy corre el riesgo de convertirse en una herramienta peligrosa para moldear la realidad a conveniencia de unos pocos. En esta nota, exploraremos las profundas implicaciones de esta tendencia y por qué debemos ser cautelosos ante la creciente influencia de estos “guardianes de la verdad”.
El auge de los verificadores de Información ha sido presentado como la respuesta ideal a la creciente ola de desinformación en nuestras sociedades. Sin embargo, si analizamos con detenimiento el impacto de estos actores en el panorama informativo, queda claro que estamos ante un arma de doble filo. En lugar de ser simples árbitros de la verdad, los verificadores de hechos han comenzado a actuar como los nuevos custodios de la realidad, decidiendo qué información es válida y cuál debe ser descartada. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿qué ocurre cuando aquellos que verifican la información se convierten en agentes de sesgo y censura?
Cuando hablamos de la verdad, solemos pensar en un concepto universal, algo que no puede ser alterado ni manipulado. No obstante, en la era de la información digital, la verdad es cada vez más maleable. El auge de los verificadores de Información, como PolitiFact, Snopes o el Fact Checker del Washington Post, ha sido aclamado como una solución frente a la proliferación de las fake news. Pero, ¿qué sucede cuando estas herramientas, en lugar de esclarecer los hechos, se convierten en instrumentos al servicio de una agenda ideológica? La verdad nunca necesita guardianes; solo necesita espacio para ser buscada y comprendida. En este sentido, el estudio de Harvard Kennedy School sobre los prejuicios inesperados en la verificación en línea nos ofrece una advertencia clave: la forma en que se presenta la información verificada impacta en la percepción del público, y a menudo, los mensajes intermedios, como “Falta de Evidencia”, son interpretados como falsos. Esto no solo distorsiona la verdad, sino que también alimenta la desconfianza entre los lectores, quienes son inducidos a creer que la falta de claridad equivale a falsedad. En lugar de promover la reflexión crítica, los verificadores de hechos refuerzan posiciones preexistentes y contribuyen a la polarización social.
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La verificación de información es útil o Inútil. Uno de los grandes problemas con los verificadores de hechos es la ilusión de neutralidad. Si bien se presentan como árbitros imparciales, numerosos estudios han demostrado lo contrario. El informe de R. Street Institute destaca cómo plataformas como PolitiFact tienden a favorecer un sesgo ideológico, calificando las afirmaciones de los republicanos como falsas tres veces más que las de los demócratas en el segundo mandato de Obama. Este tipo de sesgo no es un error aleatorio o involuntario: es el reflejo de una agenda política que, consciente o inconscientemente, busca moldear la opinión pública en una dirección específica.
Esto nos lleva a una conclusión inquietante: la verificación de hechos no solo está fallando en su misión original de combatir la desinformación, sino que también está contribuyendo a una mayor división social. En lugar de aclarar los debates, los verificadores de hechos se han convertido en actores políticos que participan activamente en la construcción de narrativas convenientes para ciertos sectores. En este contexto, la verdad deja de ser un objetivo en sí misma para convertirse en una herramienta de manipulación.
El caso reciente que involucra a Donald Trump y Kamala Harris, descrito en el informe de R Street Institute, es un ejemplo perfecto de esta dinámica. Mientras que las afirmaciones de Trump sobre la falsificación de una foto de un mitin de Harris fueron rápidamente desmentidas por al menos 30 fuentes en las primeras páginas de Google, las declaraciones igualmente falsas de Harris sobre Charlottesville apenas recibieron dos verificaciones negativas. Esto no solo evidencia una doble vara de medir, sino que también deja en claro que no todos los actores políticos son tratados por igual.
Frente a esta situación, es vital que nos preguntemos: ¿hacia dónde nos dirigimos como sociedad cuando permitimos que un puñado de actores decida qué es verdad y qué es mentira? Si continuamos confiando en los verificadores de hechos sin cuestionar sus intenciones y sus métodos, podemos estar avanzando hacia un futuro donde la libertad de expresión y el pensamiento crítico sean gravemente limitados.
Es imperativo que desarrollemos soluciones que fomenten la pluralidad de voces y el pensamiento independiente. Algunas alternativas plausibles incluyen: Transparencia total en los procesos de verificación de hechos, con acceso público a las fuentes, metodologías y posibles conflictos de interés.
Diversificación de plataformas de verificación, para evitar la concentración del poder informativo en manos de unos pocos actores.
Educación mediática que enseñe a los ciudadanos a pensar críticamente y a evaluar la información por sí mismos, en lugar de depender de terceros para verificar la veracidad de los hechos.
Plataformas descentralizadas donde múltiples perspectivas sean presentadas y los usuarios puedan evaluar la información desde distintos ángulos.
El Precio de la Verdad
En última instancia, debemos recordar que la verdad no necesita protectores. La verdad, como concepto, debe estar sujeta al escrutinio continuo y al debate abierto. No podemos permitir que los verificadores de hechos se conviertan en los nuevos guardianes de la realidad, sobre todo cuando su imparcialidad está en duda. Si aspiramos a una sociedad verdaderamente libre, debemos crear un ecosistema informativo donde la diversidad de opiniones sea bienvenida y donde los ciudadanos estén equipados para buscar la verdad por sí mismos.
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