Escribe: José Gregorio Martínez*.-
El fraude cometido en Venezuela demuestra que Nicolás Maduro no saldrá del poder sin lograr un quiebre en la Fuerza Armada. (Archivo)
Las protestas masivas en las calles sería la reacción obvia y, además, la que al régimen le conviene para victimizarse, lograr que el reclamo de la entrega de las actas sea opacado por la represión con la que ejecutaría el anunciado “baño de sangre” y culpar de la violencia y sus consecuencias a la oposición, que por los momentos evita ese camino.
“Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata es por descuidado”, reza el refrán popular. Y es que ante la repetición de una historia ya vivida, casi como un deja vu, cabe preguntarse, hasta qué punto el resultado de la elección presidencial en Venezuela anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) fue producto de un descuido de la oposición. Después de 25 años cualquiera pensaría que algo se ha aprendido y que la ingenuidad es cosa del pasado. Y es que entre los posibles escenarios también debió haberse contemplado este, el que por años ha repetido esta oposición que hoy decidió ir a unas elecciones sin que las condiciones hubiesen cambiado. El escenario en el que “dictadura no sale con votos”. El escenario en el que “lo que importa no es quien vota, sino quien cuenta los votos”, haciendo alusión a la célebre frase atribuida al dictador soviético Iósif Stalin.
Es justamente así como comienza la crónica de este fraude anunciado en Venezuela. Quien cuenta los votos es nada más y nada menos que Elvis Amoroso, el verdugo que inhabilitó a María Corina Machado desde el cargo de contralor general que ocupaba previamente y quien siendo diputado a la Asamblea Nacional por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) acusaba a Machado de “fascista” y “terrorista” mientras él se autodenominaba “revolucionario” y “chavista”. ¿Alguien pensó que este personaje comprometido con una parcialidad política que gritaba “ustedes no volverán más nunca en la vida” iba a anunciar un triunfo electoral de la oposición así consiguiera el 99% de los votos?
Fue inicialmente con el objetivo de desmotivar el voto opositor con el fantasma del previsible fraude que se repetiría en Venezuela que en agosto del año pasado la Asamblea Nacional dominada por el oficialismo designó a Elvis Amoroso como presidente del organismo electoral. Para que no quedarán dudas del descaro con que actúa el chavismo, entre los diputados encargados de presentar el nombre de la persona que estaría al frente del ente que cuenta los votos estaba nada más y nada menos que la esposa del candidato a la reelección, Cilia Flores. Sin embargo, la oposición, liderada en este nuevo capítulo por María Corina Machado, decidió superar todo tipo de obstáculo con el nuevo slogan de batalla “hasta el final”.
El miedo del régimen a María Corina
Desde el Palacio de Miraflores se puso en marcha el plan para impedirle ser la candidata que enfrentara a Nicolás Maduro en las urnas ante el miedo que le ha tenido el régimen desde que Machado se levantó en una sesión de memoria y cuenta en el parlamento y sin el más mínimo titubeo llamó ladrón a Hugo Chávez en cadena nacional. Desde el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) –también en manos de la dictadura– se intentó anular la primaria en la que ella fue electa con más de 92% de los votos. Acto seguido, se procedió a ratificar la inconstitucional inhabilitación en su contra, violando lo firmado con la opositora Plataforma Unitaria en el Acuerdo de Barbados con Estados Unidos y Noruega como países mediadores.
El fraude que se fraguaba en Venezuela no estaría completo sin el componente simbólico al que habitualmente apela el chavismo. Fue así como el cronograma electoral se anunció el 5 de marzo, día en que se conmemora la muerte de Hugo Chávez, y premeditadamente se fijo la elección para el 28 de julio, día del nacimiento de Hugo Chávez. De esta manera el régimen buscaría motivar a su militancia con el recuerdo del fallecido líder de la llamada revolución bolivariana, aunque finalmente esto aportó poco o nada a una desastrosa campaña.
Violaciones a los derechos políticos y ciudadanos
Las violaciones de derechos políticos y ciudadanos estuvieron presentes a lo largo de todo el cronograma. La primera de ellas fue haber impedido la inscripción y actualización de datos a los venezolanos en el exterior en el registro electoral, que se estiman en cerca de 8 millones de personas, de las cuales unas 4,5 millones estarían en edad para votar, pero finalmente solo se permitió el voto de 69.000 venezolanos en el extranjero, una cifra que no llegaba ni al uno por ciento.
Y aquí me permito pasar a una redacción en primera persona, ya que mi caso fue el de cientos de miles a los que se les impidió ejercer este derecho de manera vulgar y descarada, pues no conforme con exigir una lista de requisito con la que la gran mayoría de los migrantes no cuenta, quienes sí teníamos la suerte de tenerlos igualmente éramos rechazados por el sistema con argumentos insostenibles. En mi caso se alegó que no logré comprobar “residencial legal” en el país donde me encuentro, cuando tengo nacionalidad y presenté la respectiva cédula de ciudadanía.
Ahora bien, volviendo a la historia en la que ya no soy protagonista sino un periodista que no puede pasar por alto tantas arbitrariedades evidentes, es preciso recordar cómo el CNE bloqueó impunemente la postulación de Corina Yoris, quien María Corina Machado escogió inicialmente como su refrendante en los comicios, sin ofrecer motivo alguno. La maniobra fue tan descarada que esto marcó el quiebre con aliados en la región como el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien no se quedó callado ante esta patraña y desde entonces se ha mantenido distante del dictador. Sin embargo, este fue otro obstáculo que la oposición superó con éxito al inscribir a Edmundo González como candidato provisional para finalmente apostar por su nombre como única opción para mantenerse en el camino democrático y desafiar al tirano en las urnas.
Sin testigos del fraude
Contra todo pronóstico, el exdiplomático de 74 años que era prácticamente un desconocido para el ciudadano común comenzó a subir en las encuestas con el impulso que le dio María Corina Machado hasta el punto de llegar a triplicar a Maduro en intención de voto. El miedo del régimen en la recta final de la elección era evidente. El dictador sabía que no tenía manera de permanecer en el poder en Venezuela sin cometer un escandaloso fraude. Y fue así como se puso en marcha la última etapa de esta crónica de una muerte anunciada al retirarle primero la invitación como observador internacional a la delegación de la Unión Europea y posteriormente a una larga lista de veedores que habían sido aprobados previamente como el expresidente de Argentina, Alberto Fernández.
Así, ni los antiguos aliados con vocación democrática eran bienvenidos a observar el mayor robo de la historia que incluso supera el calificativo de fraude electoral, pues lo que se cometió en Venezuela fue un autogolpe de Estado. Ni hablar de la deportación masiva de los invitados de la oposición y periodistas internacionales. Maduro decidió montar su show con sus cómplices de siempre, el Grupo de Puebla, José Luis Rodríguez Zapatero, Juan Carlos Monedero, sumando otros de incluso menor credibilidad como el exjefe de la narcogurrilla de las farc, Rodrigo Londoño, asilas Timochenko.
La apresurada proclamación
Las inconsistencias matemáticas en el resultado anunciado con premura por el CNE sin permitir a la oposición el acceso a las actas son abundantes. Esto encendió de inmediato las alarmas en la comunidad internacional que hasta el momento suma una veintena de países que dudan de los números divulgados y exigen trasparencia con la oportuna publicación de las actas que avalen la elección. Pero el dictador ha decidido huir hacia adelante y dar un salto al vacío.
Con la misma premura con que se anunció el resultado, este lunes se procede a la apresurada proclamación de Nicolás Maduro sin entregar las actas, sin mostrar datos precisos de los supuestos resultados y sin publicar los números mesa por mesa. Y por si no era suficiente con esta lista de irregularidades que exponen el fraude cometido en Venezuela, el organismo electoral suspendió la auditoria ciudadana. Hasta una elección en Corea del Norte es más creíble, dado que al haber un partido único y estar prohibida la disidencia nadie espera algo diferente.
¿Y ahora qué?
La pelota ahora queda del lado de la oposición liderada hoy por Edmundo González y María Corina Machado, quienes ilusionaron una vez más a los venezolanos con la posibilidad de lograr un cambio en el país por la vía democrática. Está claro que María Corina no es Capriles. Sin temor alguno denunció el mega fraude cometido en Venezuela y anunció que en el resultado real el abanderado opositor obtuvo 70% de los votos. No obstante, es necesario demostrarlo con actas en mano y hasta la madrugada del lunes 29 de julio, solo se contaba con poco más de 40%, según manifestó Machado.
Esto sin duda es producto de la jugada violenta del chavismo, que en última instancia decidió jugarse su última carta impidiendo en un gran número de centros electorales el acceso a las actas a los testigos de la oposición, haciendo además uso de la fuerza con militares que se prestaron para violar todas las normas electorales. Pero más allá de la evaluación de lo sucedido, la pregunta que hoy todo el mundo se hace es: ¿Y ahora qué? Las protestas masivas en las calles sería la reacción obvia y, además, la que al régimen le conviene para victimizarse, lograr que el reclamo de la entrega de las actas sea opacado por la represión con la que ejecutaría el anunciado “baño de sangre” y culpar de la violencia y sus consecuencias a la oposición. Hasta el momento se ha evitado este escenario. “Nadie está llamando a las calles ni a la violencia”, dijo Edmundo González.
En manos de los militares
La lucha es ahora por obtener las actas para mostrarle a Venezuela y al mundo las pruebas del fraude. Pero más allá de eso, ¿qué se puede lograr? En el país no hay absolutamente ninguna institución a la cual acudir. Ante organismos internacionales podrían presentarse dichas evidencias, pero el régimen se aferrará nuevamente al poder sin importarle el aislamiento y las sanciones que se le vienen nuevamente y simplemente calificará como “injerencia” cualquier veredicto internacional. Lo que ha quedado demostrado una vez más es que Venezuela es un país secuestrado por los militares y que bajo estas circunstancias, arma mata voto, y sin respaldo de las Fuerzas Armadas nunca se logrará un cambio. Si algo consiguió la oposición fue devolver a Maduro a la debilidad institucional de 2019 y todo parece indicar que la apuesta en este momento es por la fragmentación interna para que ante el monumental fraude difícil de sostener el régimen implosione y de esta manera lograr la liberta de Venezuela.
* José Gregorio Martínez, Periodista venezolano dedicado a las fuentes de Política y Economía. Editor jefe de PanAm Post. Experiencia previa en medios como NTN24, El Mundo Economía & Negocios, Diario La Verdad y Globovisión.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * *