Escribe: Gabriela Moreno*.-
El régimen de Nicolás Maduro gestiona la inhabilitación de Edmundo González antes de las elecciones en Venezuela. (Archivo)
Con el tiempo en descuento para las presidenciales, Maduro junto a su séquito de fieles difunde en el remate de campaña que la oposición planea “amañar” las elecciones cuando el chavismo controla al Consejo Nacional Electoral (CNE) y las fuerzas de seguridad.
Las condiciones de holgura del chavismo acabaron. La época de los triunfos con diez puntos de ventaja del fallecido Hugo Chávez son sólo recuerdos de un tiempo que se niega a volver en las presidenciales del próximo 28 de julio. Sin certezas de una victoria en el remate de campaña, el régimen de Nicolás Maduro aumenta la presión a la oposición.
La racha en descenso que comenzó en 2013 cuando el opositor Henrique Capriles estrechó la diferencia a menos de 1,5 puntos de ventaja con 223.599 votos frente amarga y radicaliza aún más a Maduro. Si la promesa de “Hay un camino” escaló hace casi una década, el “Hasta el final” que promueve Edmundo González, candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) y aliado de la líder de Vente Venezuela, María Corina Machado, lo desestabiliza.
Maduro está inquieto. Su entono también, sobre todo porque su poder actual derivó de un proceso comicial sin reconocimiento internacional, ni mucho menos nacional.
Indicadores que sepultan
Repetir la hazaña parece casi inviable. Su imagen y discurso socialista es cada vez más despreciable, especialmente, desde que el Banco Central reconoció que el producto interno bruto (PIB) se contrajo 52,3% bajo su mandato. Además, el 51,9% de la población enfrenta pobreza multidimensional por el deterioro de sus ingresos, falta de vivienda, servicios públicos, protección social y desempleo.
Los indicadores no son los únicos que asfixian la aspiración de Maduro. Hasta el Partido Comunista de Venezuela decidió endosar su simbólico apoyo izquierdista al abanderado de Centrados, Enrique Márquez, alegando “inconformidad” con las políticas del dictador. Creen que “apoyar hoy a Maduro es políticamente incorrecto, es un pasivo”.
Ni el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ni su par colombiano, Gustavo Petro resuenan tampoco en esta oportunidad a favor del chavismo.
Sin poder económico, mover electores o coaccionar apoyos en el extranjero es complejo para Maduro, sobre todo cuando el margen de la población que se declaraba chavista pasó de 60% a 20%.
Desmovilizar con discurso falso
Con el tiempo en descuento para las presidenciales, Maduro junto a su séquito de fieles difunde en el remate de campaña que la oposición planea “amañar” las elecciones cuando el chavismo controla al Consejo Nacional Electoral (CNE) y las fuerzas de seguridad. Sin embargo, detrás del discurso hay un reconocimiento tácito de la ventaja de Edmundo González, el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD).
Con esa narrativa esperan que la participación ronde el 30%. Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), empuja y presiona para alcanzar un 1x10x7, una fórmula que implica que sus votantes capten a otros diez y estos a otros siete.
De esa forma estiman acumular que entre cuatro y cuatro millones y medio de votantes, pero nada es seguro. Sobre todo cuando González supera por 31 puntos a Maduro en las encuestas.
Inhabilitación a última hora
Sin certezas sobre el triunfo en las elecciones presidenciales, Maduro también gestiona la inhabilitación de González antes de la cita en las urnas con las diligencias del dirigente político Luis Ratti, quien anunció que solicitará al CNE declarar la “incapacidad física” del abanderado de la PUD.
“No está en condiciones de realizar una campaña electoral y es necesario que responsabilicemos a María Corina Machado como la única responsable de cualquier cosa que le pueda pasar a Edmundo González”, dijo Ratti en sus redes sociales.
Cabello incitó a la petición al asegurar en su programa de televisión que González sufrió “un fuerte dolor de cabeza y convulsionó”, después de una actividad en Petare, zona popular de Caracas.
“Le están inyectando cócteles energéticos para mantenerse en la campaña presidencial”, sostuvo. Sin embargo, González refuta que “No tengo ninguna enfermedad terminal. Solo tengo unas manchas en la piel que son producto de fragilidad capilar”.
Ataque armado
“El 28 de julio, si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida, producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria de la historia electoral de nuestro pueblo”, dijo Maduro durante un acto de campaña en la parroquia La Vega, de Caracas, exponiendo su verdadero rostro tiránico y su desesperación ante la alta probabilidad de perder el poder.
Pero no es la primera vez que lanza esta amenaza. “¿Quieren paz o que vayamos a una guerra civil?”, preguntó a una pequeña multitud en Bolívar para advertir sobre las consecuencias que sufriría el país si él no gana las elecciones. ¿Le funcionará la intimidación? La amenaza es reciclada. Sin embargo, detrás de la interrogante hay una dosis de cobardía imposible de disimular.
* Gabriela Moreno, Periodista venezolana residenciada en Chile. Egresada de la Universidad del Zulia. Experiencia como editora y productora de contenidos para medios impresos y digitales con énfasis en las fuentes de política e internacional.
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