Escribe: Sebastián Crespo Postigo*.-
La manipulación de la información y la propagación de noticias falsas polarizan a la sociedad y crean un ambiente propicio para el autoritarismo. (Imagen generada con inteligencia artificial)
Gobernar desde el odio y el divisionismo es más sencillo, porque claramente el diálogo y la búsqueda de los puntos comunes toman tiempo, significa, en muchas ocasiones, ceder y esperar a que cedan. No todos están dispuestos a construir, solo imponer.
Uno de los factores detrás de la tendencia de la tolerancia al autoritarismo en Latinoamérica es la percepción de inseguridad y crisis constante. La historia reciente de varios países está marcada por periodos de inestabilidad política y económica, que pueden llevar a los ciudadanos a sacrificar libertades individuales a cambio de promesas de seguridad y estabilidad de parte de los burócratas. Líderes autoritarios han sabido capitalizar estos miedos, presentándose como figuras capaces de restaurar el orden mediante medidas drásticas, centralizadas y abusivas.
La desconfianza en las instituciones democráticas es otro aspecto crítico. La corrupción, ineficacia y burocracia excesiva han erosionado la fe de muchos ciudadanos en su sistema democrático. Cuando las personas sienten que sus voces no son escuchadas o que el sistema está inherentemente viciado, pueden volverse más receptivas a figuras que prometen cambios rápidos y decisivos (claramente nada efectivos y realistas). Este es un problema recurrente en Bolivia, donde las denuncias de fraude electoral y la manipulación política son muy comunes.
El papel de los medios de comunicación y las redes sociales también es crucial en este contexto. La manipulación de la información y la propagación de noticias falsas polarizan a la sociedad y crean un ambiente propicio para el autoritarismo. En nuestro país, las redes sociales amplifican contenidos sensacionalistas y divisivos, fomentando el miedo y la desconfianza, y preparando el terreno para que ideologías autoritarias encuentren un público receptivo.
Otro factor importante es la nostalgia por un pasado idealizado. En momentos de incertidumbre, es común que las personas miren hacia atrás con anhelo, recordando épocas que perciben como más simples y seguras. En nuestro caso, es muy común que figuras políticas utilicen esta nostalgia para legitimar sus políticas, prometiendo un regreso a tiempos dorados, aunque esta visión del pasado sea más mito que realidad.
La educación juega un papel crucial en la resistencia o aceptación del autoritarismo. Es fundamental fortalecer el sistema educativo para fomentar el pensamiento crítico, la participación ciudadana y la comprensión de los derechos humanos. Un sistema educativo que no promueve estas habilidades y valores puede dejar a las personas más vulnerables a la manipulación y el control.
Es esencial que, como sociedad, hagamos un esfuerzo consciente por fortalecer su democracia y promover una cultura de respeto y tolerancia. Esto implica, no solo mejorar las instituciones y el sistema educativo, sino también fomentar el diálogo y la empatía entre diferentes grupos sociales de una manera diaria. Solo así se podrá construir una resistencia eficaz contra el autoritarismo y garantizar que las libertades y los derechos fundamentales se mantengan a salvo.
Gobernar desde el odio y el divisionismo es más sencillo, porque claramente el diálogo y la búsqueda de los puntos comunes toman tiempo, significa, en muchas ocasiones, ceder y esperar a que cedan. No todos están dispuestos a construir, solo imponer. El autoritarismo es un síntoma de problemas más profundos en la sociedad. Abordar estos requiere un enfoque multifacético que combine reformas institucionales, educación y una promoción activa de los valores democráticos. Solo así se podrá contrarrestar la peligrosa tendencia hacia la aceptación de estas ideas tan dañinas para todos y construir una sociedad boliviana más justa y libre.
* Sebastián Crespo Postigo, Ingeniero Económico y ExDirector del Comité pro Santa Cruz.
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